viernes, 12 de agosto de 2011

Corte de digestión

La frase “corte de digestión” no es correcta. La digestión no se corta cuando nos zambullimos en agua fría. Lo que sucede no se llama corte de digestión, sino hidrocución.

Cuando comemos, notamos que nos relajamos, que entramos en un estado de sopor y lentitud. El cuerpo decide que la mayor parte de la sangre del organismo debe concentrarse en el aparato digestivo, porque la prioridad es recoger los nutrientes de la digestión, almacenarlos para su posterior uso, con lo que hay menos sangre para otros órganos, que reciben la justa y necesaria. Así, el cerebro recibe menos sangre, los músculos también, y se producen los efectos anteriormente mencionados. ¿Qué ocurre si tras comernos un buen potaje con toda la pringá nos metemos en una piscina con agua bastante fría? Que se produce el reflejo de la inmersión, con lo que los capilares sanguíneos más superficiales se contraen y el corazón late más despacio, al mismo tiempo que se intenta mandar más sangre al cerebro. El organismo se descontrola: el cerebro demanda sangre, el aparato digestivo demanda sangre, no da tiempo a que llegue la suficiente a ambos sitios, no llega ni en cantidad ni en tiempo necesario. Así, al no llegar sangre suficiente al cerebro, vienen los mareos, el malestar general, la descoordinación a la hora de movernos, el síncope e incluso la parada cardiorrespiratoria. Sin embargo, matizo: la gravedad depende mucho de lo que se haya comido, el tiempo que haya transcurrido desde que uno ha comido hasta que se zambulle, si entra poquito a poco en el agua o de un tirón, la temperatura que tenga el agua y si difiere mucho de la temperatura ambiental, etc. No es tan fácil morir de un “corte de digestión” como se llama erróneamente.

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